Intervenciones sobre el miedo
Hablábamos recientemente sobre los efectos del miedo en la empresa y en los directivos. El tema suscitó bastante debate en Linkedin y en otros foros, especialmente comentando su efecto paralizador y limitador de alternativas.
Parece que estamos dispuestos a admitir que es bastante común, por lo que se evidencia como crítico tener claras algunas pautas para actuar sobre él. Intentaremos ver algunas.
Tomar conciencia
Parece obvio, pero no siempre lo es. Necesitamos definir y acotar a qué tememos, tomar conciencia, darle nombre. Ello supone reconocernos vulnerables, al menos en la privacidad. Este es un primer paso ineludible.
En ocasiones una primera fase en la que aflora la actitud defensiva puede ser, no sólo inevitable, sino incluso necesaria, pero es conveniente ser capaces de pasar a otras fases, y ello pasa por realizar autocrítica y reconocer la existencia de esta emoción. Ya comentábamos que en sí misma no es negativa, nos informa de un peligro, una amenaza, una alerta. Debemos preguntarnos, ¿ante qué? ¿qué está potencialmente en riesgo? ¿cuáles son las amenazas?
Centrarnos en nuestra capacidad de acción – tomar el control – asumir la responsabilidad
Supone centrar el foco de atención sobre aquello sobre lo que podemos actuar, lo que depende de nosotros. Pasar del preocuparnos por las amenazas, al ocuparnos de las posibles estrategias y actuaciones, y repensar las que ya estamos poniendo en práctica. De nuevo la autocrítica, desde la asunción de la responsabilidad.
Un paréntesis. Nuestra capacidad mental, emocional y de actuación es limitada. Asumir que podemos elegir y que somos responsables de nuestras elecciones es otro paso ineludible. No elegimos en qué época nos ha tocado vivir, en qué lugar ni momento, pero sí cómo los vivimos y qué hacemos en ellos. Podemos elegir si nos preocupamos, nos quejamos, criticamos,… de lo que no podemos cambiar, o si dedicamos nuestra energía a acotar qué depende de nosotros y centrarnos en actuar sobre ello.
Nuevas realidades, nuevas soluciones
Para ello, muchas veces es necesario asumir y aceptar que la situación ha cambiado, es diferente. Es imprescindible estar dispuesto a entenderla, a mirarla, para ver en qué es divergente respecto a lo que ya sabemos.
Demasiado a menudo miramos la realidad de soslayo, queriendo ver en ella sólo aquello que buscamos, nuestro punto de partida, lo que ya sabemos. Y nos sorprendemos ante los fracasos, cuando a pesar de hacer lo que antes hacíamos y funcionaba, ahora lo mismo ya no funciona.
Ante esta ducha de realidad, de nuevo, aflora el miedo. Y, demasiado a menudo, la solución que encontramos es hacer más de lo mismo: no lo he intentado suficiente, volveré a probarlo, dedicaré más horas, más esfuerzo, más energía,… en lo mismo.
Estar receptivos a captar las nuevas premisas, lo que podemos mantener y lo que debemos cambiar, ser capaces de analizar sin prejuicios las nuevas necesidades,… para desaprender de lo anterior y buscar nuevas herramientas o nuevos usos de éstas, para probarlas, ensayar.
Generar planes alternativos y activar el feedback
Asumir nuevas actuaciones, ensayos y pruebas supone asumir riesgos, estar dispuesto a equivocarse; aunque no de forma suicida, claro. Generar planes A, planes B,…, alternativas, diversificando ese riesgo. Y generar indicadores y sistemas de feedback para ver la evolución de los planes que ponemos en práctica, obtener reconocimiento del sistema, contrastar. Estar dispuesto a re-formular, a re-pensar, a re-ensayar.
Reconocer limitaciones
Todo esto no garantiza que el miedo desaparezca. Y ello es razonable, la amenaza continúa latente, aunque estemos actuando sobre ella. Y ello además de razonable, es sano y adaptativo. Bien gestionado, nos activa para estar alerta, permeables, ante la realidad.
El worst case
Cuando somos capaces de reconocer que el miedo nos está paralizando y nos lleva a la no-acción, a conductas de evitación o de sobre-protección de lo que tenemos, una estrategia generalmente efectiva es ponernos en el peor escenario posible. Intentar vivir mentalmente que lo peor que podríamos imaginar, eso que a menudo no nos atrevemos ni a pensar, ya se ha hecho realidad. Y desde esa situación, imaginar qué haríamos.
Generalmente, nos sorprendemos encontrando soluciones y descubriendo recursos de que disponemos aún en el peor de los escenarios. Y generalmente también, volver desde ese momento y situación mental a nuestra realidad nos ayuda a verla con otros ojos. No tan trágica, y con más herramientas para actuar sobre ella.
Finalizando
El miedo es una emoción que nos impulsa a actuar de forma instintiva, activa nuestros mecanismos de supervivencia básicos. Nos paraliza o nos lleva a atacar, nos mueve hacia la autoprotección o hacia la agresión, como mecanismo básicos grabados en nuestros genes. Nos limita la percepción a aquello que resulta una amenaza, para evitarla, sin dejarnos ver otras alternativas y posibilidades. Conocer de su existencia para gestionarlo en nuestro beneficio, es el primer paso.
Los efectos del miedo afectan no sólo a las personas que los sufren, también a su entorno, a toda la organización. Tienen un coste elevado en términos de calidad de vida, felicidad,… y en términos de eficacia, calidad, seguridad,… Sus efectos pueden ser a largo plazo.
Es muy importante valorar el coste de la no actuación sobre las causas y los efectos del miedo. Eludir el problema, cerrar los ojos y esperar simplemente que pase, nos pasa una muy elevada factura.
Las fotografías son de whatmegsaid e inwit